martes, 26 de mayo de 2015

"Sonrisa de payaso, mi maquillaje mágico"

Se dice que la felicidad es un estado paralizante del pensamiento, que la miseria es la tierra fértil de la reflexión, pero hoy desoiré esta medio verdad.

La felicidad me inunda, siento como si estuviera a punto de explotar de luz, como si un Sol fuera a derramar su incandescente pasión por todo mi ser y tan solo una fina membrana de percepción o conciencia que se resiste a sublimar contuviera el torrente de fuego, del fuego que no quema pero limpia, que no se alimenta de formas sino de fondos.

Y dentro de este fuerte pero contenido sentimiento el mundo se revela con una inocencia cándida y diáfana, el vidrio de la mirada (ese que inunda nuestra despedida) transparenta por momentos dejando libre la senda de los rayos que pugnan por regalarse al universo.

La belleza de la vida afirma su raíz divina y toda su majestad se intuye como el deslizar de un infinito velo sobre la abismal hondura del sueño de los señores del tiempo. Paz, silencio e inmortalidad prometen los latidos vivos y despiertos de un corazón que recorre los ignotos senderos del destino señalado en la identidad ramificada de esa última caricia, de esa maravillosa cadencia.

Participar de las leyes del cambio, colaborar en el ensueño del bien, más cerca de la verdad que aunque paralela, espera al final de lo inalcanzable, al principio de lo incognoscible.

¡Cuánto misterio albergamos!¡Qué fortuna conlleva!

Tanto siento que compartirlo necesito con el baile hipnótico de la bienvenida pluma.