lunes, 31 de octubre de 2016

YOU DON'T KNOW ME

Separa lo carnoso vivo de lo carnoso muriendo

Aunque sólo quede la semilla, volverá la vida

No la esperes, claro: riégala

Que es vivir la vida mientras se avecina

El círculo nunca encierra

Los viejos caminos nos recuerdan

sutiles huellas dactilares, las estrellas

Gritabas al cielo y el cielo te gritaba

Ahora más que nunca

Las nuevas respuestas son las viejas respuestas

Observa, constata

Sólo te ama quien te conoce

Cuando no: YOU DON'T KNOW ME


jueves, 28 de julio de 2016

¿Títulos?

Me obsesiona escribir.

Me horrorizan los comienzos.

Ese acusador vacío que siempre te recibe antes de cada acción humana.

Y eso en la escritura es un papel en blanco, plano y satinado como una vida que no ha sido aún vapuleada y sacudida, es decir, que no ha empezado a vivirse debidamente. Por eso nos gusta romper, por eso es más fácil escribir en un papel arrugado y sucio, que pensar en una frase brillante que caiga limpiamente en la primera línea, como si no hubiera tenido que atravesar todas nuestras entrañas y mentido treinta veces a nuestra autocensura para ganarse su sitio en una página en blanco.

De hecho, hay algo enormemente falso y artificioso en el hecho de permitirnos rumiar como ciervos durante horas, aquello que luego será leído en unos segundos. Cuanto más nos alejamos de la efervescencia del momento, más artificial e irreal se vuelve la presencia del verbo, la voz y su arrebato. No hay guiones ni repeticiones en el universo, todo sucede con la casualidad misteriosa de lo irremediable. Y los espectáculos de belleza, quebranto o simple movimiento, no se detienen por nada. Como si Dios nunca se parara a pensar.

O se detienen en su justo final, pero eso para nosotros no significa ni puede significar nada. Porque no entendemos los finales del mundo, porque somos un destello, una leve criatura aterrorizada por la muerte. Y aquellos de entre nosotros que quieren morir, no están motivados precisamente por la curiosidad.

Hay un peso infinito en nuestra levedad y eso es paradójico. Tan vivos y tan perdidos, como un perro corriendo feliz en el jardín. Somos un trozo de nada, de algo que es y luego no será. Por eso a veces siento que cada evento de mi vida es parte de un mito, de una historia legendaria que quedará por siempre grabada en las arenas del tiempo. Hasta cuando la cajera del Tesco me da el cambio y me pregunta si quiero una bolsa. Y le digo que no, que gracias.

Siempre la misma frase, como un padrenuestro, como un hechizo. Eso da para religión por muy blasfemo que suene, por muy herético que sea decirlo. La religión va de eso, de idear fórmulas de permanencia. Inventando un código común de rituales, un imaginario colectivo y una voluntad de eternidad podemos atravesar la barrera psicológica que surge del contraste entre nuestra nimiedad y lo inmenso.

Yo me siento enorme cuando contemplo las estrellas en una noche despejada. Otros se sienten diminutos y ese vértigo es también instructivo. Pero hay que participar en ese espectáculo, hay que posicionarse. No puedes asomarte a ese océano interminable y decir: "bueno, es que no sé nadar". Porque te vas a caer, te vas a caer aunque no vuelvas a atreverte a mirar dentro de ti o fuera de tu ciudad. Lo que ves, habita ya dentro de ti, y te va a morder, cuando se canse de no ser mirado por quien nunca debió dejar de mirarlo, te va a morder.



martes, 14 de junio de 2016

No tiene nombres

Estaba caminando por las calles observando atentamente cada paisaje, objeto o suceso que surgía ante mí, preguntándome constantemente si yo había aprendido la palabra para describir este mundo que mis pasos estaban atravesando. ¿Como se decía en inglés ese movimiento? ¿Qué estoy haciendo ahora mismo?¿Cómo se llama este sentimiento? ¿Soy capaz de decir algo bello con mi pequeño reino de palabras?

Este hilo de pensamientos llevaba mientras pasaba por la iglesia de Berkeley Road, la cual siempre me quedo mirando pero a la que nunca he entrado, cuando un hombre atlético, de mediana edad y piel cuarteada que iba a paso veloz, sin detenerse tampoco ni un instante, se giró y bajó la cabeza como haciendo una reverencia ante la puerta de la iglesia y se santiguó en dirección al santuario, como realizando un ritual ineludible para él. Como si de no hacerlo algo hubiera desaparecido dentro de él. Esa clase de gesto. Esa clase de tensión y de intención.

Tras la escena me quedé como pensando, ¿y cómo digo yo esto? No ya en inglés, cómo digo yo esto en mi español, esa lengua que me ha traído la familia, los amigos, los libros, ¡el arte! Y entonces sentí que era un acto sumamente extraño ir por la vida nombrando todo cuanto nos encontrábamos.

En Italia, hace poco un niño nos enseñó que con un poco de ayuda se pueden inventar palabras (¡Petaloso!).

Y cuando miré al cielo me sentí tremendamente mudo. Hoy, este cielo grisáceo que yo he vislumbrado vestido de todos los colores, con esos arreboles que habitan los atardeceres y regalan indelebles momentos a los soñadores, me ha dejado sin palabras porque:

¡El mundo no tiene nombres!

Y es increíble que haya más de seis mil lenguas vivas dándoselos ahora mismo en el mundo.

A mi siempre me gustó preguntar a hablantes de otras lenguas ¿Cómo se dice amor?¿Verdad?¿Bondad?¿Libertad?Y ese largo etcétera de palabras que son fuego para mí.

Y si ahora pudiera experimentar ese coro de lenguas entregándome su sonido, vibrando al son de la vida para mostrarme el universo desde sus voces. Sólo me saldría decir: cada lengua es una canción del mundo.

Recuerdo esa idea mágica que afirma que cada ser y cada cosa en el mundo tiene un nombre verdadero. Un sonido que se aproxima más a su realidad esencial y me pregunto... ¿Qué lengua tiene más nombres verdaderos? ¿Qué lengua atrapa o, más bien, libera al mundo?

Aunque a lo mejor la llave no está en el sonido, sino en el nacimiento del sonido, en el sentimiento que convenció a la voz. Y todos los idiomas sirven al mismo propósito de la misma manera, pero con diferentes formas.

Como si un círculo de 6000 personas, una por cada lengua del mundo, estrechándose las manos y hablando en su lengua materna hacia el centro con puro amor pudiera entenderse.


lunes, 23 de mayo de 2016

Siempre hay agua

Aun en la más oscura estrella,
elijo sin cesar el curso de la alegría

Pues escuché

que riega al Presente mientras nace,
como una invitación perpetua a sonreír

Pues presentí

en ella, mi sangre, mi savia, mi alimento
la voluntad de vivir
la luz dividida de cada paisaje
el pulso sinfónico del universo

Pues contemplé

un hilo de agua atravesando todas mis horas
leve y fino, transparente, de noche
inmenso y caudaloso, deslumbrante , de día

Y casi me ahogo de la risa
al descubrir que en mis segundos más sedientos
un río reía tan cerca de mi vida

domingo, 8 de noviembre de 2015

“Detente, amigo, ¿qué es esto?”

La mirada perdida que desciende pausadamente hasta el refugio de sus entrañas, posándose con suavidad en el latido insomne de su penumbra. Tras las leves murallas de su piel, el mundo aguarda.

Y este aire incendiado que en mis carnes se inmiscuye, que hace instantes golpeaba cual ariete desde dentro nuestro pecho, se atempera en la mirada que lo atiende. El fuego se congela y desde tus ojos cerrados, imaginas el olor de la montaña, el recuerdo infinito de tus pasos altos.

En la mente todo es posible, cada imagen implica su realidad y los límites se quedan donde los dejemos. Así, quedamente, permaneces suspendido contemplando la poza abierta de tu vida, que inmóvil, sin siquiera una leve ondulación, te trae cada paisaje recorrido en tu camino, cada vertiente pendiente de tus sueños.

Y esa oscuridad opaca que al principio te recibía, progresivamente se derrumba. Trasluce como si fuera un fango antiguo, que antes seco pero ahora hidratado, fluye como la miel dulce y brillante. En su retirada vemos un resplandor irrefutable y creciente, y nuestro corazón expectante se aviene con el absoluto de esa luz.

Nos atraviesa, nos deshace y difumina. Los matices se queman en la tempestad homogénea de un blanco tan extenso que no necesita horizonte en que apoyarse. Nos arde, nos arde, nos arde, el mundo ya no espera y las palabras que en este punto se pronuncian tienen la potestad de los dioses.

El VERBO vierte al mundo sus testigos, las vidas que a través de sus actos se unirán para formar: la mirada perdida que desciende pausadamente… hasta encontrarse.

El espíritu es el aire que inspiramos en estado de conciencia.





jueves, 23 de julio de 2015

No me creo la violencia

¿Quién puede creer a la violencia?

Descarto cualquier sistema social, filosófico o político que se apoye en la violencia. Necesitar destruir para permanecer devalúa la integridad de cualquier planteamiento.

La violencia nunca es justa porque solo necesita de fuerza.

Aunque dispares a través del cañón de tus ideales, desde el argumento de tus "liberaciones", las balas no convencen (¡Ay, Unamuno!). El horror no nos hará libres.

Democracia es escuchar, no montar un Parlamento.

Si me insultaste para agarrarte a tus razones, no se te ocurrió nada mejor que decir. Insulta y gana tiempo, niega y pedalea. El que calla no otorga, dentro del silencio a veces fluyen ríos de lava. El que calla no concede, solo calla. Pero aún viviendo en el silencio, qué siempre te llegue la acción cuando aparezca la injusticia. Quien no defiende al inocente cuando el bárbaro le ataca, es igual de bárbaro y además, cobarde.

La violencia deja posos de miedo, rencor, furia y venganza. Por puro que sea el paso siguiente o el destino de nuestros caminos, tanto el que golpea como el que recibe podrán llegar, pero pagarán un precio y cobrarán sus deudas.

"Mejor no ir por la vida agraviando a los demás, se corre el riesgo de dar un empujón a quien ya se estaba cayendo".

El padre vocifera venenos al hijo porque el abuelo soltaba correazos de los que ahorcan. La violencia es plástico, es deforestación, es desertización, es destrucción de suelos, extinción de especies, vertidos, cambio climático. Salta de generación en generación y nos deja un mundo jodido.

No me creo a la violencia porque no significa nada. Siempre he vivido cerca de los significados, jugando entre metáforas y con símbolos en el corazón. Bienvenido el signo que me trae la realidad, la imagen que me inspira la verdad.

La violencia hace daño y deja herida. El amor hace bien y trae verdades.

Enseño a ostias y no se le olvida, dice el castigador. Enseño a la curiosidad y nunca deja de aprender, dice el profesor.

sábado, 4 de julio de 2015

Historias

Un viejo fue hombre tan valeroso, que esperó toda una vida para llorar.

Siete días antes de morir, escuchó un parto: gritos de dolor y llanto de vida.

El susto del niño le hizo reír tanto, que las risas del viejo trajeron las del niño.

Las risas del niño le hicieron llorar tanto, que siete días estuvo llorando.