martes, 26 de mayo de 2015

El sentido de realidad de los sueños

Qué real se hace el soñar cuando soñamos, nos sumergimos en el mundo onírico con una inconsciencia activa y realizamos las acciones más inverosímiles con tan solo un pensamiento.No creemos, creamos, salvando lo imposible, haciéndolo factible y, todo ello, en trance imperceptible, en sueño subconsciente que vence al presente y se dilata hasta acoger el tiempo de una vida, o de varias.

La dulzura más agria envuelve el despertar del soñador, una dulzura que decrece y se diluye en los trámites irrevocables de la limitada conciencia y hasta el recuerdo de lo soñado se espanta y huye de la realidad que todo lo invade o lo vacía. Y así, el sueño que en el acto resultaba atemporal, continuo, etéreo e intangible se fragmenta y confunde ante el rígido e inflexible análisis de la mente racional. Empero, la mayor parte de los despertares es amnésico porque no ocurre al finalizar las fases periódicas del sueño (neuronal) o porque la mente del individuo renuncia a interpretar un desordenado crisol ininteligible para sus formas habituales de pensamiento.

Mas son los sueños conscientes los que mayor incidencia han tenido en el devenir de los acontecimientos que tejen la historia del hombre, pese a que nuestra actual idiosincrasia globalizada y aséptica nos incline a desdeñar el valor intrínseco del sueño y del soñar, desde siempre fueron los que soñaron y no los que creyeron los que cambiaron el mundo. Quien se atreve a superar sus circunstancias presentes para idear o crear una nueva situación, estado, pensamiento, sentimiento, arte, es decir, el ser creador, el ser onírico, es el dueño de su evolución y por fortuna (indirecta) de la de todos.

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