martes, 26 de mayo de 2015

Guerra de baile

Estoy alegre, con ánimo brusco y pensamiento focalizado. Una desgarbado presencia que se acerca a la audacia del borracho y el atrevimiento del seductor.

Un estado mental que quiere acercarse a la agilidad que me capacitaría para que, con estoque de filo sutil, pudiera escindir la comisura de las costuras que velan un misterio importante.

Me gustan los guerreros que saben bailar. Los guerreros son siervos de la guerra, se quiera ésta apellidar con el nombre de un dios o de un país. Así que sabiendo bailar danzarían al compás del sueño de aquello que la guerra entrega a la humanidad con roces sin daño y contacto sin coces.

Imaginad, pensad un rato o un año, que cada vez que un hombre le declarase enemistad con intenciones a otro, cada vez que un país quisiera derribar a otro únicamente sucediera que todos bailaran. Jajaja, ¡duelo de bailes!

Lo más importante de esto es que no estoy bromeando, mi mente está vendida al arte más supremo y sé la tragedia, el amor y la venganza que pueden encerrarse (o liberarse) en una coreografía, un coro de cuerpos.

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