martes, 26 de mayo de 2015

¿Aire o humo?¿Fumar o respirar?

Hace mucho tiempo, el primer día de algún año le propuse a un amigo fumarnos todas las cosas malas del año. Se sacó unos cigarros y con la emoción del que cree que está haciendo algo significativo, profundo, fueron cayendo las malas experiencias con cada bocanada de humo. < p/> Puede parecer algo contradictorio que pretendiéramos expulsar el mal aspirándolo pero los males espirituales muchas veces nos salen por derroteros autodestructivos, no es camino sabio, pero en el dolor se encuentran verdades y el alma sedienta a veces llama al sufrimiento ciegamente.

Aquella anécdota despertó en mi una imagen, la del hombre que sin saber muy bien cómo, comienza a fumar, olvida respirar y se conforma con el humo que él mismo busca, el hombre que a cada calada consume su vida junto con la de su cigarro.
Le hace daño, lo sabe, lo siente pero lo necesita, no encuentra otro aire que respirar, se ve envuelto y atado por su propia bruma, conoce su final, lo teme, pero lo sigue.

Cada día más débil, más consumido, pierde su conciencia y termina desapareciendo en el seno de su vicio, su perdición, su desarraigado sino. No, no muere pero eso ya da igual porque tampoco vive, porque ignora los susurros del viento, porque el sol no acaricia su piel, porque algún día entornará sus infames ojos pero ya dará igual. Porque no volverá a respirar.

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