miércoles, 30 de enero de 2013

Gloria

Gloria al señor de los mundos

a la belleza que refulge sobre la piel celestial

Gloria al mar que sobre la tierra horada la bahía

y al viento que da gesto a la presencia del árbol

Gloria al sueño de los hombres que llama a Dios en la noche

y al temple de los siglos del arte que lo muestra sobre el mundo

Gloria al príncipe maestro que cuando se inclina en reverencia recoge al mundo entero en su corazón

y cuando entrega es como el no-ser, como la lluvia que nada quiere y a toda la vida sostiene

Gloria a las faldas de la diosa que al acariciar sus pasos inscriben el sonido de la majestad en las semillas de la natura

y al sobrevivirse en las mil caras de lo viviente define la esperanza y alumbran el amor

Gloria a las raíces del ser, a las semillas del tao, a las sombras de la mente que son las luces del alma.

Gloria, gloria, gloria, gloria al señor, gloria a la madre, al rey del astro, al sueño del loco, a la pasión de la virgen, al tantra de la serpiente y a mí, a los pies.

A los pies...

Del príncipe maestro.

Del pensar...

¿En qué pienso? Sabía decirlo, pero olvidé llamarlo: para qué sirve el nombre de lo que nunca llega porque jamás se fue. En rostros fugaces que escapan tenaces a la mirada tendida, en instantes sorpresivos de inmanente belleza, en horrores desnudos de apasionada eternidad, en..., en..., en...aquí, por dios aquí. Un dios en minúsculas, de mi tamaño, de mis necesidades y de mi necedad que al tiempo me espera y me recuerda, y me sueña y me descubre y me rinde y me devuelve. Aquí, en mí, para mí, a mí través, que me reserva un espacio de gloria y paz, de risa y canción...espacio de amor incorrupto, unidad de silencio circular. Qué recito que reciclaré cada paso de mi ser para darle un sentido necesario, que suspiro que respiro por ser un manantial de la vida que me conduce y me sostiene, que clamo por donde quedan los techos del mundo porque espero de la esperanza.

¡Espero de la esperanza!