martes, 26 de mayo de 2015

Fado filosófico

Yo sueño la vida que pasa y regresa.

Me sueño morir, por pasos pasados, que pesan y penan en notas de fado.

Palacios pendientes de finos acuerdos, oscilan como espadas, sombras de Damocles.

Y mezclo aterrado, la sombra y la risa, porque lo que yo hice, yo lo quise. Y eso es una histérica risa por los suelos.

Que no es fácil morirse y el tiempo templa hasta en los soles furiosos, el grito y la llama. Porque cada composición se deshace por ser, el efecto perdido de una causa, que aún sabiéndose nunca se halla, nunca se perfecciona. Como la sombra que serpentea por la llama, tú escalas los abismos de la conciencia para saberte, electivamente, perdido.

No hay pasión que me soporte, en un rostro preciso, porque como el olor que evoca, yo respiro en cada evento lo soberbio. Aún traspuesto, aún psicótico, yo recorreré al vuelo de la esperanza el color de la noche, hasta que sentado en la brisa de la calma, encuentre en lo inaprensible las esencias de lo sublime.

Pace mis llanuras hasta que termines, de cada pasto su verdor, y dame a mi la tierra limpia, emplasto paciente de mi ferviente nación. Porque yo soy la patria de Israel, en tus carnes están sus fronteras y cuando el amurallado caiga abatido del viento del verbo, tú y yo seremos legión, en una sola cosa eterna de ti y de mí.

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