martes, 26 de mayo de 2015

Así, así...

Y un impulso vehemente surge desde las honduras del esófago, un ímpetu sorpresivo pero claro de la voluntad de devolver y echar. Vuelve y llega ya definiéndose presencialmente en una calidez que inunda los resquicios de la boca con un sabor férrico a sangre.

Una ola que impacta contra la dentadura desviándose hacia al sumidero del piso de la boca y fluyendo impulsada hacia la bóveda palatina para caer cual cascada en una lámina que rodea la campanilla hasta acabar en la corriente de sangre que no para de vomitarse desde lo hondo. Y cierra...los ojos y apresa cual tenazas los dientes entre sí para no dejar escapar ni una gota de aquello que se le escapaba. Cerro la boca y el alma al aborto que acaecía desde su sima siniestra.

Todo él era sangre, sangre que desde el paladar volvió a su esófago, hirió de bilis ominosa las trampas del estómago, salto el esfínter de Oddi y llegó a una senda indigesta de inmundicias certeras. Lo quería en él, lo quería en él, lo quería en él, de tal manera que el anima sangrienta y fluidiza se transportó con sutileza inexplicable hacia la realidad neuronal.

Era como todo la maldita corteza cerebral colapsando en cada uno de sus abismos intersticiales con el escarlata de la vida, la sombra roja del derrame emético, era todo él sintiendo y cayendo en la potestad de la sangre...cerrando aún con fuerza sus ojos luchadores empezó a derramarse rojo en su mirada, cascadas de rojo teñían el negro de sus ojos cerrados. Las islas de de sus uñas se hacían de escarlata sin llegar derramar gota por ciencia infusa de la capilaridad y la mojabilidad de los fluidos y esas cosas científicas; entre la dermis y la epidermis una laguna de sangre se expandía haciendo que cada espacio de su cuerpo que no ocupaba su cuerpo estuviera lleno y pleno de esa sangre que no quería derramar, de ese aborto que quería contener. Era ya sangre por no querer derramar de sí, aquella sangre que anhelaba y amaba, quería no desdecirse del amor que elaboró desde el centro de la belleza del mundo. Voluntad de amor y sangre que destrozaba y teñía las sombras olvidadas de su cuerpo. Jajajaja,¿no es prodigioso?¿no es absolutamente monstruoso?

Jajajaja...

...jajajaja.

La sangre llegó a la risa, a la risa. Su sonrisa era un patio blanco, prístino y níveo... deslumbrante, hasta que desapareció por la sangre que a presión salía por entre los huecos de sus dientes, la sangre que con la tranquilidad que suele tener lo inevitable y fatal abría lentamente su boca mientras liberaba con la rabia de los acantilados que llevan milenios postergando su caída, el agua de la vida que ya no le pertenecía ni inspiraba.

Todo salió: por sus labios, por sus ojos y sus poros se sudaran las esencias contenidas y las cadencias pospuestas, todo se dejó ser hasta que el sueño le vino desde los siglos, desde lo siglos que le venían meciendo y llamando. Y se durmió en un mar de sangre que había parido, que había partido de su quebranto bendito...y se soñó, sin tiempo ni prisas, sin cantos ni risas, sin miedo. Sin miedo, se soñó, siglos y sigos, vientos de eternidad, caso de lo extraordinario. Duerme, duerme, le cantaban las estrellas, vamos, vete, vente, mira, calla, asciende, tanto duerme, sé, se es lo que se es. Sálvate y luego ven a verte, le sonreían los inmortales sin palabras.

Abrió los ojos y comenzó, inspirado por las artes de la geometría, a construir el más magnífico púlpito a Baudelaire. Le sentó, le beso la frente y le clavó un puñal en el corazón que se bebió toda su sangre. Pálido e inmensamente bello se dejó morir Charles con la cabeza ladeada.

Con una sonrisa etérea nuestro antiguo sangriento marchó a la montaña más alta del mundo y en las aguas del río que nacía de allí, limpió el puñal que no dejaba tinte alguno en la pureza de esas aguas. Durante horas la sangre de Baudelaire manaba del puñal y desaparecía en el agua. Cuando este trance culminó, bajó a las faldas de la montaña y clavó el puñal de donde creció al instante y a una rapidez serena y prodigiosa un arce plateado.

Llegaron a los oídos de su corazón los ecos de la risa libre, astral y eterna del amante Baudelaire...

No hay comentarios:

Publicar un comentario