viernes, 8 de febrero de 2013

Yo quiero.

Aquí estoy, aquí soy, frente a letras, frente a 27 mónadas.

Mientras antes estaba allí, tras de ellas...como el día está ahora tras el cristal, como la noche estaba ayer tras del día. Qué maravilla, qué gran juego secreto y desvelado de percepciones inmediatas, porque ni las letras están frente a mí ni estuvieron huidas, ni el sol me espera, ni la noche le perseguía.

No son letras, no son contorsiones bucales fijadas en imágenes deformadas y redefinidas por el tiempo, no son letras. No son 27 letras castellanas, ni miles de ideogramas chinos (¡siquiera el idioma del Tao Te Ching!), ni jeroglíficos bendición de Thot. Es decir, ni de cuando el sonido se hizo imagen, ni de cuando la imagen se hizo sonido, para con poco llamar a mucho.

Es algo más, es mónada sí, pero mónada que llega en 27, en miles y en infinitas... y vuelve, siempre vuelve en una. Un sonido que los encierra a todos. ¡Qué sonido más terrible y más mágico!

Lo que yo busco, ayer, hoy y mañana es precisamente la poesía que no necesita de métrica ni música porque en todo idioma la invoca y la despierta. Quiero la campana que tañida incendie todos los corazones del mundo con la llama eterna que arde pero no quema, quiero la lengua de Babel, quiero la música de los grandes arquitectos que antes de desear robar el cielo quisieron elevar al hombre hacia él. Yo quiero el sueño de la humanidad pero con los ojos bien abiertos.

¡Quiero!¡Quiero!¡Quiero! Yo quiero y no para mí, quiero para la vida. Y eso no es querer, eso es amar.

Porque el Sol no se esconde, la Tierra lo arropa cada noche. Porque la noche no aparece cuando el Sol se va, el Sol la navega cada momento del universo.

Porque no llego tarde ni pronto, estoy a tiempo de todo: Ahora, Yo, Todo.

Porque todos somos gigantes de brazos cortos: el anclaje del Yo.

Porque los brazos de la conciencia nunca encuentran más límites que los que se impone...

jueves, 7 de febrero de 2013

Pedid y se os dará.

Dame palabras para entender sueños de lo que no fue...

Dame mares que cubran las profundidades de un futuro en que creer...

Dame fuegos que alumbren las sombras que he de conocer...

Dame trampas que liberen las verdades que he de enfrentar...

Dame enemigos que me enseñen los límites de lo que dejaré de ser...

Dame guerras que llorar para encender mi humanidad...

Dame muertes que me obliguen a mirar mi eternidad...

Dame campos que recorran los senderos sublimes de la soledad...

Dame caminos que me enseñen de una vez, lo que es... caminar.