domingo, 31 de marzo de 2013

Guerra santa.

¿Cuál es la llave del triunfo en cualquier ventura vital? Declárate en guerra perpetua con tu sombra, esa imagen neblinosa que sustenta la percepción paralítica de lo que somos. Retírate del estatismo que te interrumpe la experiencia de la vida.

Porque no hay frontera lícita para terminar los dominios y potencias de la voluntad más auténtica, a no ser que se vidrien las perspectivas libres de la imagen. La transcendencia no es, pues, una caída, sino un esfuerzo alado y consciente por elevar las cotas de la experiencia humana. Una puesta en acción del pontificado entre la apercepción y su elaboración atenta.

No te admitas leve ni ausente, creyéndote ser en lo que has terminado de entramar en tus horas de trabajo introspectivo, y volviéndote, después, a dormir a la sombra de tu obra. Tú obra eres tú, no la presunción de tu naturaleza, por muy segura que la hayas atado a los incontables embarcaderos de la autoconsumación falsaria de la historia de la deserción humana.

Es como pintar un instante de tu ventana, y asumir ese estado de la realidad, colgando su recreación en el hueco que te impide ver el desarrollo natural de la realidad.

Por eso te pido, cesa tu intención de terminarte. Tu tiempo es limitado y eso sucederá inevitable y espontáneamente. Así que dedícate con constancia y alegría a la estimulante labor de extender tu naturaleza a través de los lazos del mundo, sin cesar de crecer en corazón e inteligencia sapiente.

El aserto más certero e inmediato que se puede hacer recibiendo las tramas de la experiencia es que todo está cambiando. No caigas en la miseria de pacificar tu inquietud enigmática por el final del horizonte y el principio primordial de tu ser.

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