lunes, 8 de abril de 2013

Amor-Amón-Amaat

Desde el corazón arañado por odios milenarios, me levanto tambaleante y vuelvo a afirmar con la voz fragilizada mi máxima verdad: yo solo soy amor.

Idos malditos, espectros nigromantes de las selvas de la desesperación, os conozco como al amanecer, sé el rostro y las sombras de cada una de vuestras presencias, sé vuestro sabor y vuestros nombres. Yo os he sido y ahora vosotros me servís, huestes infernales de la luz aciaga, y no tendréis techo cobarde que os cobije en esta extraña taumaturgia continua de mi mente. No os quiero, no os creo, seducís con riquezas del orgullo y devoráis a vuestro paso todo lo bello de este mundo.

Yo amo el odio que viene del amor, yo me desnudo ante lo eterno una y mil veces, y aunque mi ánimo mutilado persista por las huellas de este mundo, si me encuentro con la sonrisa de un niño mi alma se conmueve y tiembla en mi la inocencia como un terremoto que guarda el fuego, el brillo sin fín de la pasión más profunda y joven.

Cuando más pérdido estaba, vino a lamer mis laceradas heridas la humedad íntima de un cerbatillo sagrado, que con el sabor de mi vida creció hasta hacerse un ciervo de enhiesta y portentosa cornamenta. Y aún habiéndome curado, más me ofreció, dobló su rodilla y me permitió auparme sobre su lomo para empezar, guiado por su galope, a llevarme a sitios donde las perlas se derriten y hay piedras que saben del cielo.

No tengo espacio, pues, para aceptar las salvajes huestes de la malignidad, no hay en mi naturaleza un instante de conciencia que elija eso. Y los momentos de olvido y crispada tensión, son el ademán de un asentimiento, una aseveración natural de la voluntad sublime de mi ánimo verdadero. La maldad me destroza, en la maldad me destrozo, hay luz suficente para verlo, siempre la hay aunque no siempre la hubo.

Siempre hay un dolor que eleva, como las grietas que en la celda del prisionero, dejan atravesar la luz de la libertad. Siempre hay otro dolor que consume, empequeñece, vulgariza y atrofia la sabia decisión de vivir. De vivir con plenitud de intenciones, sin dejarse nada en el plato, saboreando la gracia de resolverse, cual enigma sentido, a cada instante.

Así que yo me sonrió de las vanas tensiones deshonestas que perturban y alejan de esa conmoción maravillosa de amar, porque no conozco otro camino que merezca la alegría.

1 comentario:

  1. He de decir que me he reído mucho cuando he leído tu comentario. Me alegro de que tu escapada a la montaña ha ido así de bien, y de que tú también seas uno de los pocos que lee mis textos, jajaja.

    Borré la disertación filosófica porque quería que la leyese una amiga y era la forma más rápida de que la viese, no es algo que me guste mantener en el blog. Aún así, gracias también por compartir una vez más la pasión por ese arte.

    ¡Espero seguir leyendo cositas nuevas!

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